En un sex shop prolijo
de elementos cuidadosamente
categorizados,
atendido por un catalán y
un paquistaní,
un hombre de traje
eligiendo videos porno.
Un local en el medio
de la Avenida Roma,
señalizado desde su fachada
por letras súper grandes y
luminosas de color rosa fucsia.
En su interior,
un camino de flechas flúor
hacia las famosas telecabinas.
Sin vergüenza,
sin esconder nada.
Anonimato muerto
en el primer mundo.
El trajeado observaba
mis paseos por las góndolas,
y me miraba curioso.
Ya en la vereda
se acercó para preguntarme
cómo llegar a una dirección.
Justo a mí
que no sé nada,
le dije "no",
y mientras esperaba el semáforo
volví a mi submundo
a través de los auriculares del cel
que le dan música a mis oídos.
Me perdí por las calles pensando,
qué distinto es todo.
lunes, 18 de febrero de 2008
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