Un aeropuerto concurrido.
Dejo de ver a todo el mundo
en cuanto me cruzo con
el brillo de tus ojos,
la suavidad de tu piel
y los besos de reencuentro.
Tus fuertes abrazos,
y el deseo de hacerme feliz.
Una alegría que aún permanece
cuando recuerdo lo perfecto
de ese día.
Una corona,
mi caricia,
y el pony.
Un viaje hacia las milanesas de peceto,
tu dedicación de sábado,
nuestra ansiedad potenciada,
una cama suave,
y un sillón de picardía.
Tu piel y la mía.
Mi llegada a Buenos Aires,
y tus brazos esperándome.
martes, 26 de febrero de 2008
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