Y ahora me encuentro así. Viviendo las últimas largas horas de un día que, deduzco, estuvo increíble. Me levanté lamentando no haber podido disfrutar lo caliente de los rayos del sol pleno que vistió la ciudad hoy, y un poco molesta conmigo misma por no haberle hecho caso a mi oportuna alarma diaria de las tres de la tarde, aquella que me recuerda una tarea cuyo olvido puede ser algo peligroso, y que los fines de semana suele funcionar como mi despertador.
Espero que el Sr. clima no me traicione y me regale mañana una buena tarde de sol. A cambio prometo intentar, me acueste a la hora que me acueste (que puedo pronosticar que hoy no será más allá de las cinco), levantarme mañana a un cauteloso y justo mediodía.
sábado, 29 de septiembre de 2007
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