Los pasos sigilosos que escucho cada noche se han decidido ayer a hacerse notar y ayudar al cuerpo que transporta a cometer ese propósito construido por su mente a base de rencores, fuertes deseos de paz, y una incontrolable actitud de negación hacia los propios errores.
Los pasos sigilosos se han vuelto anoche cada vez más fuertes, agresivos, e importantes. Con ademán de despertarme y no dejar dormir a ninguna de las sensaciones que genera, ese cuerpo motorizado por una mente atormentada y carente de serenidad se acercó hacia mí con entera decisión y poco titubeo.
Pero a pesar de cuanta intención maliciosa pudiera tener, la suavidad de mi sueño y la inocencia de mis párpados, detuvieron impulsivamente el andar del cuerpo de ex pasos sigilosos. Al encontrarse frente a la tranquilidad que emanaba mi respirar, y al construir con fragmentos imaginarios un posible sueño sustraído de mi estado subconsciente, el cuerpo ya no quiso nada más que dormir a mi lado.
Casi por inercia, desvinculado del motor mental o ya impulsado por su corazón abandonado y su esencia triste, el cuerpo se deslizó suavemente entre mis brazos. No deseó nada más que ser contagiado por una minúscula porción de la paz eminente de mi dormir, y abrazado eternamente por ese mar de recuerdos, cariño y amor que eran mis brazos ayer a la noche.
Sin despertarme, sin interrumpir el curso de mis sueños, y sin entrometerse en mis pensamientos, el cuerpo simplemente se quedó refugiado entre mis brazos, con su cara sobre mi pecho. Inmóvil, seguro, querido y protegido. Durmiendo.
Los pasos sigilosos que escucho cada noche finalmente han desaparecido y el cuerpo que transportan ha encontrado la paz en saber al mío sereno, imperturbable por un momento ante la realidad malintencionada de la que estamos presos.
martes, 11 de septiembre de 2007
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