una mancha de sal en mi ventana,
y pelos de gato en tu sillón.
una voz malhumorada
que recuerda los pecados de mi corazón.
una lágrima salada decorando
el momento del adiós.
un abrazo congelado en el hueco
de tu habitación.
un placard desoderdenado,
y los zapatos olvidados.
un traje y un vestido de fiesta,
para siempre teñidos de blanco,
y todavía con rastros de arena y felicidad.
jueves, 20 de septiembre de 2007
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