martes, 12 de junio de 2007

Susurro

Un día me desperté pensando que todo aquello que había vivido era un sueño.
Que el lugar donde mi cuerpo reposaba no era verdaderamente mi cama, ni mi cuarto mi refugio. Realmente sentí que todo lo que me había rodeado era producto de mi imaginación, de mi pobre y frustrada imaginación. Quizás ese pensamiento en algún punto me reconfortara, pues se creaba la posibilidad de que existiera una realidad meramente más rica de la que mi imaginación pudiera crear.
Una realidad en la que quizás el amor fuera eterno, una realidad en la que aquel cariño estúpidamente romántico que despierta o dormida he anhelado fuera el protagonista de mis días.
Una realidad que me recordara que la vida es como una tela, y mis manos dos paletas...encargadas de darle color a cada rinconcito blanco que no hace más que esperar ser visto.
Una realidad que me recordara que es mía, y sólo mía...producto de mi camino, de mis errores y mis virtudes, de mis malas y buenas compañías, de mis admirables e idiotas decisiones, de mis ideologías y mis torpezas, de mis pasiones y mis caprichos.
No hacía falta nada más, nada más que abrir los ojos para resolver el misterio que esa mañana se me había presentado.
Mis manos encogidas, mi boca entumecida, y una pincelada de coraje...
Los párpados se fueron levantando lentamente hasta encontrar la luz necesaria para recorrer el ambiente.
Mi cama, mi cuarto, mis viejas y desparejas cortinas, mi pila de apuntes, mi orden, y des-orden, todo estaba allí. Exactamente en el mismo lugar en que recordaba haberlo visto la noche anterior. Mi vida era y es esta.
Para mi asombro, una poderosa sensación de alivio se apoderó de mí. Seguida de ella, leves tintes de “felicidad” recorrieron cada centímetro de mi cuerpo.
Si mi realidad fuera aquella en la que el amor es eterno y el dolor no existe, entonces sí estaría bajo un producto de mi imaginación.
Si todo fuera del mismo color, o al menos del mismo tono, mis dos paletas no podrían hacer de su tela una batalla de colores. Y, después de todo, no soy más que una batalla de colores.
Hoy mi pequeño mundo, aquel que construí desde mi infancia vino a contarme esto, vino a susurrarme que abrir los ojos trae un nuevo día, y con él...nuevas posibilidades.
Aquellas que me llevarán hacia remotos y mejores lugares...o no. Posibilidades.
Hay veces en que el contexto te avisa, sin decir nada.

No hay comentarios: