jueves, 28 de junio de 2007

343

Mientras mi cuerpo es transportado por un colectivo, miro las calles de Olivos y las caras de la gente por la ventana…
Ni un solo paisaje chato despierta mi interés.
Las veredas están teñidas de monotonía e indiferencia, al menos aquellas que pertenecen al recorrido del 343.
Grises, planas, aburridas, iguales. Chatas. Cha-tas.
De repente una sensación muy dura y áspera, mezcla de tristeza y decepción, se vuelve contra mí con una fuerza abrumadora.
Es que acaso la chatura estará dentro mío?
Qué temor. La sola idea de volverme llana, lisa, y vacía por dentro, me paraliza.
Pienso –y prefiero pensar- que estas sensaciones que me atacan últimamente de a momentos, no son más que la huella de un golpe que me ha sacudido con fuerza tal como para dejarme aún temblando.
Insegura, rara, y desconfiada.
Sin embargo, son las pequeñas cosas las que me recuerdan que hay todavía belleza en el mundo.
Quizás todo cambie cuando mi usual recorrido termine, cuando mi cuerpo comience a dirigirse hacia otros lugares, y a través de diferentes transportes.
Tal vez todo sea cuestión de esperar, y luego elegir nuevos rumbos.

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