No ves nada.
El mareo es tal que trastabillás,
y te agarrás de la pared,
con miedo a caer.
Me buscás entre tantos ojos,
pero no distinguís mi color.
Das con mi piel,
y ahí es cuando decidís perder.
Olvidar. Fugarte del ayer,
el lugar conocido, y aquel
pensamiento vago.
Nos vamos de la mano,
sin destino, a cualquier lado,
a todos lados.
El tiempo parece no detenerse,
nada de eso nos importa,
salvo el contacto de nuestras miradas
que nos mantiene despiertos.
martes, 15 de enero de 2008
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