Me despertás con tus mil brazos calientes
invitándome a salir de la cama,
y a trasladar mi cuerpo al pasto
para dejar todo de lado,
para olvidar lamentos rutinarios,
para quemar papeles de trabajo,
para escapar de las tareas cotidianas.
Me acariciás con tu panza hirviendo,
y hacés que mi piel
quiera verano.
jueves, 3 de abril de 2008
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